(Imagen sacada de www.purenourishment.wordpress.com)
El maravilloso mundo de las sensaciones. El otro día, varios amigos hicieron que dudara sobre algo que había tenido claro a partir del momento en que decidí que las señales del destino, algo en lo que (por esperanza, creo) había creído firmemente durante un largo periodo de tiempo, no existían, no ya que no es que no me quisieran decir lo que yo interpretaba, sino que directamente no me querían decir nada, que es que yo había sido de las que en todo veía señales y, muchas veces, señales positivas, vamos, que me beneficiaban, pero no sé porqué, como me suele ocurrir normalmente, un día dejé de ver señales o de interpretarlas y empecé a creer en el no-destino, es decir, a no creer en el destino, a pensar que todo ocurre por azar, por casualidad y no por causalidad, no porque tenga que ocurrir.
Dicho todo esto, sentadas todas las bases de mi creencia o, mejor, mi no creencia en la determinación del destino, estos amigos míos hablaron de que cabía la posibilidad de que exista algo más allá de lo que somos capaces los humanos de percibir a través de los sentidos, algo invisible para nosotros, que afecte a todo lo demás y haga que todo ocurra de esa y no de otra manera, que, sin querer, empujados por nuestro subconsciente, pensemos, decidamos y hagamos lo que hacemos con el consciente y, que al azar lo llamemos así porque nos dé miedo el hecho de que haya algo que no podamos controlar dentro de nosotros y que nos haga ser, hacer o decidir como lo hacemos.
Es indudable, por otro lado, que hay algo que trasciende la piel de los seres humanos, algo a lo que llamamos intuición, sensaciones, etc. y no sabemos cuánto abarca, con qué limita o dónde acaba. No somos solo carne y hueso, materia, no, somos alma, somos buen o mal humor, somos sentimientos, somos sensaciones, somos un todo hecho fundamentalmente de dos partes: cuerpo y mente, alma o como queramos llamarlo. Estas dos mitades están muy relacionadas, más en unos que en otros y, hay personas que dan más importancia a una que a otra.
Yo soy doña equilibrios y me gusta la ecuanimidad, así que soy de las que está pegada a lo terrenal, con lo corporal y, también a lo invisible, a lo que tiene que ver con el alma. Doy crédito a casi todo, pocas cosas me parecen imposibles y, más teniendo en cuenta lo ignorantes que venimos y nos vamos de este mundo. Al menos conscientemente, sabemos muy poco del mundo y de la vida y, mucho menos aún, de la muerte.